El texto que sigue es una investigación, sus conclusiones son el final de un camino trazado con métodos científicos; los datos que produce podrán ser consultados más adelante en la línea de tiempo o en este mismo año 2018 en que el derecho al aborto está siendo debatido en ámbitos legislativos pero sobre todo se demanda en las calles, en las plazas y en la televisión abierta, en ese horario de la tarde dedicado según los usos y costumbres de la programación a las señoras del pueblo. Sin embargo, lo que queda cuando se llega al final es una sensación, tiene la temperatura de las emociones necesarias, las que consuelan, las que abrazan, las que envuelven los afectos. Lo que queda después de leer el texto que sigue es la constatación del valor de las manos tendidas para tomar otras, más frágiles. Es darle relieve a una palabra que se repite por fuerza de la marea feminista que en los últimos años desborda los límites conocidos: sororidad. Ese vocablo inventado para contrarrestar el imaginario de la fraternidad masculina que pone el cuerpo para el golpe porque no se anima a la caricia lisa y llana ni siquiera cuando se abrazan, adquiere sentidos nítidos, sonidos propios, consistencia; la misma consistencia del cuerpo, con lo que se deja ver y lo que se guarda en la intimidad Marta Dillon
Autor: AA.VV | Editorial: La parte maldita
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