¿Qué se hace en una contratapa? Se quiere señalar la inmediata participación en una sensibilidad latente abierta por una corriente de lecto-escritura entre las orillas de lo leído y de lo escrito. Se lee sobre un libro, se escribe sobre él. Lectura y escritura se montan aquí alternativamente. Por gravitación, decantará lo más pesado de ambas, gestos y palabras; por identificación inteligente coincidirán, se detendrán y finalmente por condensación se fijará así una marca: la representación intelectual de una corriente de lecto-escritura. El concepto se hace de un lugar.
Bien, ¡pero acá algo hace agua!: siendo la función de la inteligencia ligar lo mismo a lo mismo, y siendo que esta solo da cuenta de lo repetido ¿cómo será ya posible que contratapa, libro y concepto, uno tras otro, no solo vuelvan sobre sí mismos sino que difieran de sí y que junto a lo mismo se haga otra cosa? (Sentido común)
¡Por acá pasó algo más! ¡Nada, las pelotas! ¡A por él! (Intuiciones evanescentes)
Un torrente de lecto-escritura no se explica por el amontonamiento que deja su paso. Su paso no se explica en sus restos y sedimentos. Infinidad de mediciones y rodeos serán posibles, algunos necesarios, y por audaces bien recibidos. Y de otros solo se sacará provecho: infinidad de conclusiones se extraerán en favor de la promoción turística del autor y sus orillas. Mas, del fluir que las surca y baña, que las provoca, altera y modifica continuamente… ¿?
A oídos sordos, palabras… sobran. Pero la acción rompe el círculo.
Se hace un alto en un borde último, ya no es tierra lo que se pisa. ¿Nada? Quizás ya no se pueda escribir ni pisar y sin embargo la palabra guerrea; curvada en el esfuerzo reciente de un pasaje, de un cambio de medio, intempestiva, así se escribe. Duración. ¿Cómo se lee?
Remontar la pendiente de La evolución creadora de la vida que propone Bergson; librarse a ella de un salto; participarla y fundirse en su origen: inventar. Hacer cuerpos “de otro tipo”: mixtos-mutables capaces de avanzar en los terrenos más inhóspitos, más insólitos e improbables. Así, ella inventa sus anfibios, a caballo de la inteligencia y la intuición: saltarines y equilibristas, duendes y ángeles, sirenas y minotauros, monstruos de tres y mil ojos, dislocados, delirados y deformes, excitados, herejes, anormales. (Intuiciones evanescentes)
Autor: Henri Bergson | Editorial: Cactus
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